18 sept 2009

Algo más de cuarenta horas

Advertencia: Este post es larguísimo, tiene demasiadas cosas que solo me interesan a mi, y es probable que les aburra. Si no lo leen no me molesto, si no lo comentan tampoco.

El día comenzó para mi a las ocho o nueve de la mañana. Desperté en el cuarto del hospedaje en el que me alojaba con mi familia en Mollendo, tras dormir solo unas tres horas. El día anterior habíamos llegado, lo cual representaba mi retorno al Puerto Bravo después de seis años. En mi interior me lamentaba por no haber podido tomarme un trago con mi hermana la noche anterior como lo planificamos, en parte por culpa del cansancio y en parte porque mis padres no querían que nos perdiéramos por ahi: ya nos conocen demasiado y también nuestra afición al licor. Me lamentaba también porque no había tenido oportunidad de caminar por la ciudad como a mi me gustaba, como lo hacía de más pequeño y casi siempre sin compañía. Como la primera playa estaba llena habíamos decidido ir a Catarindo, caleta cercana a la ciudad y que se caracteriza por tener el "tumbo" (la ola enorme que revienta atrás) casi en la orilla.

Despertamos, mis padres hacían el desayuno mientras yo me incorporaba, me lavaba y cambiaba de ropa. Para hacer algo de hora, salí a la calle y bajé un par de cuadras por la calle Deán Valdivia, y llegué más abajo de lo que llegaba de niño pero me dio escalofríos y regresé. Tomamos desayuno tranquilamente mientras mi hermana avisaba a mis padres que una amiga suya iba a alcanzarnos ya que venía por dos días. De ahí fuimos a recoger el Escarabajo a una cochera a cuatro cuadras. En el camino seguía pensando en que mi regreso no era tan placentero como creí que lo sería, aunque al menos había tenido la oportunidad de llevar el carro hasta La Punta de Bombón, distrito a cuarenta y cinco minutos en volkswagen manejado por mi.

Una vez en Catarindo, recordé que de niño una ola grande me había agarrado y arrastrado... dos veces. Tal vez por eso tenía algo de miedo a entrar al mar, pero cuando lo hice me di cuenta que el tiempo entrenando natación hace años había ayudado bastante, y tras pasar el "tumbo" ya no había problemas. Podría perfectamente haber nadado hasta el lugar donde la caleta pasa a ser mar abierto, donde había un barquito pescando alimañas marinas. Ese día si que aproveché el mar, aunque para entrar estaba algo frío.

Me dediqué a dormir buena parte del día, un poco porque no hay nada más rico que dormir en la playa, y también porque en Mollendo no se puede dormir de noche: hace demasiada calor y la bulla es extremadamente alta hasta para mi. Los negocios de trago en la noche ponen música que se escucha a siete cuadras a la redonda de manera estridente, y mi cama no era la excepción, más aún por dar la ventana y el pasadizo externo hacia la calle.

Al despertar, la amiga de mi hermana ya había llegado y se encontraban conversando. Vi la hora y ya era la 1 p.m. Decidí almorzar y de ahí leer el periódico como para hacer hora, para regresar al mar con mi hermana y mostrarle a todos que mientras uno esté más adentro se la pasa mejor. Como la vez en Camaná cuando un salvavidas dijo que el mar era super seguro y con toda la mancha con la que me juntaba nos metimos 500 metros mar adentro. Increible. Volví a salir y vi cómo la pequeña playa se había llenado, aunque no de manera desesperante como dicen que puede ser en la Primera Playa (no puedo decir nada de esto ya que no fui a la misma, mis conocimientos no han sido actualizados desde el año 2003) y como también en La Punta, Camaná (por lo que tengo entendido, MENTIRA!). Y darme cuenta que el viaje hasta ahora no iba nada mal. Ok, no había podido perderme en la noche de jueves, y había notado que, como siempre, estaba fuera de lugar, pero había conocido Matarani de manera más cercana (incluyendo el puerto que siempre me dio curiosidad extrema), lugares más allá del aeropuerto (como Mejía, La Curva -y si, comí los deliciosos alfajores comprados en fábrica-, El Arenal, un lugar que creo que es Cocachacra y finalmente La Punta de Bombón), vi la puesta de sol en Mejía, y sentir otra vez la brisa marina con ese toque que lo diferencia de cualquier otro lugar con mar... bueno, tampoco es que conozca muchos.

Cerca de las 4:30 decidí que era hora del último baño de mar. Entré decidido, porque es la mejor manera de entrar y pasar sin ser golpeado por las olas grandes de la orilla. Confiado, me puse a flotar de espaldas, hasta que vi que una sucesión de olones venían hacia mi. ¿Qué hacer?, pues lo primero es pasar por debajo de la ola. Hecho... ahora viene la segunda. Repetí el procedimiento pero pasando mis pies primero... y tras sentir que la ola justo iba a reventar, mis piernas empezaron a ser levantadas, luego el resto de mi cuerpo. Me dí una vuelta atrás junto con la ola de dos metros y medio reventando con furia y dolor. Sentí mi cabeza golpearse directamente con la dura arena del fondo y casi noqueándome, luego la parte izquierda de mi cuerpo, raspándome los brazos con pequeñas piedras que hay allí, y finalmente sentí que todo se me iba hacia ese lado. Veinte segundos después, golpeado, lleno de arena y a punto de desmayarme por el golpe de cabeza, salí del mar casi sin noción de donde estaba, agachado y adolorido. Mi familia me alcanzó y me dijeron que me vieron salir volando por el efecto de la ola. Regresé a enjuagarme la arena, pero solo en la orilla. Estuve todo el camino de retorno a Mollendo tratando de asimilar completamente el golpe y sintiendo mi cuerpo desviado.

De regreso al hospedaje, me bañé como pude. El lugar siempre me había gustado, aunque me costaba recordarlo cuando estaba lejos. Paredes blancas, pasadizos angostos pero bien iluminados por la buena ubicación de los patios. La gente saliendo y entrando a cada rato, todos después de un día en la playa. Para hacer hora mientras mis viejos se bañaban, me puse a hablar con mi hermana y su amiga, quien se iba a alojar donde nosotros. Cada cierto rato enviaba y recibía mensajes de texto de unos amigos, con quienes ibamos a ir a Camaná los siguientes cuatro días, aunque para esta hora ya me habían cancelado salvo uno con el que nos ibamos a encontrar a 48 kilómetros de Arequipa para de ahí ir a Camaná en la camioneta de su primo, y otro que ya estaba allí.

Media hora después, fui al terminal terrestre con mi hermana y su amiga (ella tenía que comprar su boleto de regreso para el domingo temprano porque tenía que trabajar). Desde la combi que tomamos para ir hasta las afueras de la ciudad pude admirar un poco más el lugar que ha estado en más de la mitad de mis sueños desde la última vez que la había visitado (tendencia que dura hasta hoy). Y todavía no había tenido oportunidad de recorrerla a mi antojo. De niño era más fácil, siempre llevaba mi bicicleta y, antes de ir a dar vueltas a la Plaza Grau podía ir y pasar por otros lugares como la avenida Alfonso Ugarte y la calle Iquitos con su subida impresionante para mi edad.

En la noche fuimos a cenar todos a una pollería en la Comercio, muy bueno el pollo a la brasa con todo lo que vino, acompañado con una Coca Cola (o era Inca Kola?) para de ahí ir a la Plaza Grau. Mientras mis padres se pusieron a hablar con un pata local que estaba con su enamorada, yo miraba hacia todos lados. Manchas de chibolos de 15 años como máximo jugando carnavales como cuando yo era más joven. Claro que casi todo el tiempo yo andaba solo. Mi hermana tenía su grupo de amigos y por ahi su amor de verano mientras yo andaba a la deriva, salvo cuando me encontraba con un amigo del colegio o cuando mis primos iban, dias en los que la cosa se ponía más divertida. Recordé mi primera cerveza a los 12 años en esa misma plaza, como siempre en soledad, fue un cuarto de lata de Quilmes junto con un cuarto más, aprovechando que mis padres me habían mandado a comprarles. Los helados de la Venecia, el carrito del Chipe, el lugar donde habían videojuegos (y que en algún momento de esos 6 años desapareció), los cuentos de Jose Alvear Corimanya que vendían en el malecón y la música que llevaba en mi fiel mp3 player y que buscaba traer de nuevo a mi mente épocas de mucho antes, del 95 o 96.

Para esa hora ya se notaba que mis padres tomarían la misma posición de la noche anterior, siguiéndonos a todos lados y no dejarnos a nuestra libertad para probar algo de alcohol por ahí. Momento aburrido pero a la vez novedoso. Era viernes en la noche pero no me parecía que hubiera gran cantidad de personas por las calles. Lo que si vi fueron marineros de esos que cuando el barco llega a la ciudad las mujeres salen y los hombre solos bajan a los bares y esa noche todo vale. Fuimos al museo del ferrocarril, donde habían fotografías y bienes de otras épocas, cuando Mollendo era el puerto y donde de seguro viví una vida pasada (algún día postearé por qué). Pasamos por la via de la playa, donde había gente en los bares al frente del mar. De ahí al muelle, lugar que ya había visto en la noche anterior pero que me seguía impresionando. Lamento no tener fotos propias porque todavía no tengo cámara.

Lo impresionante de la noche era que ni mi hermana ni su amiga ni yo encontrabamos gente conocida con la cual perdernos por ahi (salvo un pata que estuvo en mi colegio y que era "el rechazado", motivo suficiente para saludarlo y de ahí dejarlo seguir su camino). Mis padres ya estaban cansados, así que decidimos acompañarlos al hospedaje para que nos dieran las llaves y pudieramos regresar más tarde. Nos dio ganas de quedarnos y dormir como hicimos la noche anterior pero esta vez no lo permití. Justo en ese momento me llegó un SMS del amigo que me iba a encontrar en el kilómetro 48, quien también me cancelaba, con lo que me quedaba sin saber que hacer al día siguiente una vez que llegara la hora de irme a Camaná.

Salimos los tres de nuevo con rumbo hacia la plaza, todavía sin idea de que hacer. Tampoco contabamos con mucho dinero que digamos, así que tampoco ibamos a meternos la megatranca. Con las justas compramos un sixpack de cervezas pequeñas, ya que para más no daba el dinero en una bodega en la calle Comercio -que para ese rato me daba la impresión de ser una mini San Francisco por sus locales y por el ambiente en la calle-, mientras yo compraba unos cigarrillos (cosa extraña, yo no suelo fumar). Finalmente, no se cual de las dos se encontró con dos amigas del colegio con las que nos juntamos y nos pusimos a tomar. Ambas, hermanas muy simpáticas y aparentemente en la misma situación que nosotros. Tal vez por su situación igual a la nuestra, algo desesperada por encontrar caras conocidas, empezamos a conversar de manera amena. Sobre todo una de ellas, la mayor, muy amena y con una visión de la vida que muchos no aprobarían. Y no, no intenté nada porque yo no sirvo para esas cosas salvo que la cantidad de alcohol ingerida sea suficiente y sus efectos vayan de una manera precisa. Tras dos horas divertidas y con voces ajenas, cada quien se fue a su hueco.

En las dos horas y media que no pude dormir gracias a la bulla, la calor y el nerviosismo por tener que irme a Camaná al día siguiente sin tener idea qué hacer. Verán, mi plan era ir desde Mollendo hasta la repartición (el popular Kilómetro 48 que está a 48 kilómetros de Arequipa) y de ahí tomar el primer carro que fuera a Camaná y que atracara llevarme... lo que sería algo dificil por Tolerancia Cero y esas cosas. No terminaba de tranquilizarme en mis pensamientos cuando mi alarma sonaba y yo tenía que partir. Agarré mis cosas, salí y tomé un taxi hasta el terminal terrestre. Me embarqué y subí al ómnibus de la empresa Santa Úrsula que partió a las 5:00, mientras veía que otro ómnibus de otra empresa esperaba a que los pasajeros abordaran para ir a Ilo.

Conforme el vehículo se alejaba de Mollendo sentí pesar por no haber podido recorrer la ciudad como yo hubiera querido, sentía que iba a Camaná por gusto ya que solo tenía un amigo ahí y ni siquiera sabía donde me iba a alojar. Para colmo, mi hermana me había fregado los audífonos, que sonaban de manera pésima, por lo que intenté dormir pero no pude. Casi concilié el sueño cuando justo empezaron a decir "Kilometro 48!!!!". Confundido me paré y avancé, bajé del vehículo y me vi a mi mismo en medio de la nada... bueno, no de la nada, el kilómetro 48 es un pueblito de carretera.

Crucé la pista y vi que se acercaba un ómnibus de una empresa que no logré identificar hasta mucho después, que empezó a gritar "¡A Camanáaaa!" repetidamente. Sin dudarlo estiré mi brazo para que se detuviera. Cuando estuvo a mi altura, el ayudante sacó su cabeza por la ventana y me preguntó:
-¿A Camaná?
-¿A cuanto?
-15 lucas.
-Ok!

Subí al vehículo y me dijeron que me sentara en una silla en la misma cabina. Me indicaron claramente "cualquier cosa que te pregunten, eres el hijo del dueño" y emprendimos camino a Camaná. Ahora si, mi ánimo estaba rebosante y feliz, no había estado en el 48 ni quince segundos y ya estaba en otro omnibus interprovincial. Definitivamente la suerte estaba de mi lado. Desde luego, no pude dormir en la cabina ya que no tenía donde apoyarme. En total fueron 4 horas y media desde Mollendo hasta Camaná.

Una vez que llegué, empecé a llamar a mi amigo en el lugar, quien me tenía que alcanzar para llevarme por el momento a la casa de la amiga donde estaba alojado. No tardó mucho en encontrarme, y me confirmó que ninguno de los demás iba a ir, pero que el estaba con una mancha de amigos de su carrera, de los cuales yo conozco algunos. Una vez en ese lugar, pude tomar desayuno y a la 1 p.m. fuimos a la playa (que, a diferencia de Mollendo, está lejos y para ir es obligatorio tomar combi o taxi o colectivo). En la playa fue una cosa totalmente distinta, ya que dos cajas de cerveza con gente divertida puede ponerlo a uno de genial humor, además el mar estaba delicioso sin importar que estuviera algo movido.

Ya a las 6 p.m. regresamos a la casa donde me invitaron almuerzo a pesar que ni sabían quien era yo, y accedieron a que durmiera allí esa noche, con lo que me tranquilicé. Nos bañamos y preparamos para salir a juerguear toda la noche. Las chicas del lugar, conscientes del comportamiento de sus padres, decidieron doparlos con un potente somnífero disfrazado en una taza de té para que no se dieran cuenta de lo tarde (o temprano) que pretendíamos llegar. Fue recién a las 9, en medio de la plaza de la ciudad llena de gente y con un Powerade en la mano cortesía de un amigo de un amigo que me di cuenta que llevaba 31 horas sin dormir. Bueno... todavía no la siento, mejor sigo dándole.

Dos horas después, ya en La Punta, alrededor de una caja de cerveza en la previa antes de entrar a bailar fue que llegó el detalle que hizo que la noche se fuera al tacho. El hermano de mi amigo, de tan solo 3 años, se había perdido entre la multitud, por lo que tuvimos que ir a buscarlo por toda la zona. Momento angustiante y complicado, que se puso peor cuando pasó una hora y no aparecía. Fue todavía después cuando un grupo de chicos despistados lo encontraron, y fue allí (a cuatro cuadras del lugar donde se encontraban sus padres originalmente) donde lo ubicamos finalmente. Cuando regresamos, ya todos los demás estaban entonados divirtiéndose por allí. Fue en ese preciso momento cuando sentí la pegada... 36 horas seguidas sin dormir, demasiado para mi. Gracias a Dios que no tomé casi nada? Ni idea, al menos el año pasado en el que me perdí borracho en una panadería me había divertido más.

Un rato después éramos como diez personas en la playa, tomando otra caja más. Pero el ambiente ya era otro. Habían personas ebrias por todos lados, y todos sentíamos el cansancio. Intentamos entrar de nuevo a la disco a bailar pero yo sentía que ya no jalaba. Eran las 4 y decidimos salir a terminar con las cervezas que quedaban. No se en que momento me di cuenta que la gente que me iba a alojar (mi amigo incluido) se habían ido. Lo llamé desesperadamente y me dijo "nooooo ya me fui, anda contacta a ________ quien te va a alojar, debe seguir adentro". Maldiciendolo en mi mente, lo busqué. Tuve la suerte de que fuera el mismo que me invitó el Powerade horas antes, ya que accedió a alojarme en su cuarto de hotel (suena raro pero no pasó nada ojo, ambos somos bien hombrecitos). No recuerdo mucho ya que fisicamente yo me sentía hasta el queque, ya llevaba 40 horas sin dormir y no podía más. Finalmente, tras tomar el taxi respectivo, llegamos a su hotel a las 5:30, ya se veían los primeros rayos de sol saliendo tras los cerros. No desperté hasta las 2 y media de la tarde, casi a la fuerza.

Epílogo: Después me enteré que, a pesar de lo desamparante que puede sentirse que te dejen botado en la playa de madrugada sin lugar en donde pasar el resto de la noche, no estuvo tan malo. Al parecer el somnífero no funcionó y las chicas con todos sus invitados recibieron un café megacargado al llegar, y al día siguiente los hicieron trabajar a todos haciendo inventario en el almacén de la tienda de repuestos mecánicos de la familia. Yo, por mi lado, fui a reirme de ellos y a que me invitaran desayuno. Les contaría lo que pasó los siguientes días pero mejor no. Ahhh y a pesar de todo, hacer el viaje a Camaná valió la pena porque en Mollendo solo me esperaba soledad y desamparo xDDD.

9 comentarios:

  1. emm PRIMERO?
    si q ta largo.. aun no lo leo.. pero ya comenté!

    y lo leeré.. pero las 3:43 de hoy, creo que a la cama mejor me voy!..

    te leo al despertar.
    CLICK!

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  2. jajajaa
    los pepearon a los viejos! XD
    qué bien que los hicieron trabajar al dia siguiente, luego de dejarte así

    yo sí guardo mis respetos al mar.

    ===
    ah, clik también
    retomando negocios antiguos

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  3. ajjaja Me gustó a la advertencia jajaja

    Manejas un volkswagen? yo ni tico ni mela

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  4. jaja..
    LA ADVERTENCIA ES COMO UN MENSAJE SUBLIMINAL...

    hace que el lector vaya directamente a comentarios...
    jajaja...

    Bueno en parte creo que lo haces para probar quienes leen y quienes no!!!
    Leeria todo pero estoy entrando solo toque, tengo que largarme al cole...

    Pta en la noche con mas calma te leo...

    saludos alaos...

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  5. Y si no dormir por casi 40 horas significan un viaje así y disfrutar del mar y todo lo anexo... pues vale!! Pero:

    1. para pepear a algún adulto hay que chancar 2 diazepam por cada adulto a domir (de contextura normalita, eh? xq macucones de 3, 4 ó 5 por cabeza mejor...) y meterlas en un café semicargado... funk mejor XD o esos nuevos refrescos dietéticos de té que han salido... no se nota el sabor.

    2. Te revuelcan las olas de vez en cuando??? Mejor chapa barco o bote y vete a nadar mar adentro!!:D (además hay más bufeos)

    3. eh... no, nada más, solo que me doy cuenta que me friego la reputación con el consejo de las pastillas... que xuxa! XD

    Un abrazote!

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  6. que caso! eso fue hace cuanto? te acuerdas? yo hubiera olvidado tanto detalle xD

    que maleados para drogar a los padres O_O (una vez, vi en mujer casos de la vida real xD que así a alguien se le paso la mano...) y que trauma lo del mar (ya te conté que me paso la última vez no?), no sé porque pero me da cosa imaginar la parte en que te sacas la pitrimitri

    perder a un niño de tres años por más de una hora?! eso debió ser traumante para las hermanas :S

    y suerte la tuya de no esperar mucho por un carro (yo en el paradero nomas me mando media hora xD)

    saludos :P

    PD: yo leí toditito :D haha

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  7. uta q brava tu historia mister, de verdad... me recontra vaciló debo decirte porque viniendo de un tipo como yo, que le llega al webo la playa... empezando por mis traumas de chibolo, de no saber nadar y que una vez en Camaná casi me ahogo cuando una ola de mierda me tumbó... cada vez q bajo en el verano a Camaná es para ir a donde las cebicherias vecinas del Hans, tragar todas las jaleas posibles y ir a chupar y chupar en la playa hasta las 6, hora en que mi cuerpo de mierda me pide descanso, regresar a la ciudad para comprar mas six pack y chelear con la gente hasta quedarme dormido.

    ojala que siga abierto el Morro, si es asi... este proximo verano voy a ir ahi csm.

    p.d. Mollendo sucks, todo cuesta como miershhhda y en la primera y segunda playa la gente caga y mea en el mar... y mis papis no tienen casa de playa en Mejia, asi q fuente.

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  8. Me muero si me deajn botada en la playa.

    ¿Afección al licr? uuu, mala cosa. Yo deje esos malos vicios cuando entré a la universidad jajaja (si, auqnue suene raro)

    No sabía que en otras partes a losbileltes también les llamaban "lucas", pensé que sólo era en Chie

    Interesat rlato. Un abrazo!

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  9. jajaja

    ya están dando clases de pepeo a viejos

    ==
    klic

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