17 abr 2013

Precalentamiento 2

No miro (ni leo) Game of Thrones o The Walking Dead.
No he escuchado a The Black Keys ni me llaman la atención.
No estoy a favor de los derechos de los animales, es más, podría decirse que ando un poco del otro lado.
No considero que una economía saludable lo más vital. Si vivimos sin ella durante tantos años, ¿por qué no podríamos hacerlo de nuevo?
Soy la mente más cerrada que haya llegado a disfrutar de ciertos placeres.
Lamentablemente, tiendo a respetar a mis superiores.
Odio el 90% de frases motivadoras y los libros de autoayuda. Sin embargo, me llega cuando tratan de ubicar al maestro Arjona junto a la basura.
No voy al cine casi, de las últimas tres sólo una fue por voluntad propia (una fue una cita y la otra ir de acompañante con gastos pagados).
Me irritan los movimientos "concientizantes", el vegetarianismo y casi todas las formas de pensamiento "coherente" con la naturaleza y la dignidad (?). Sin embargo, cuido mi alimentación más que la mayoría.
Leo menos de lo que debería. Y a pesar de haber cuadruplicado mi volumen de lecturas válidas, sigue siendo demasiado poco.
Casi nadie está loco(a), solamente tienen algunas taras llamativas y que, curiosamente, muchos hallan simpáticas. Los verdaderos locos, son aquellos a los que nadie quiere tener cerca y a los que buscamos encerrar, ridiculizar y discriminar. Nadie cuerdo aguantaría tal trato, he ahí el chiste de su locura.

14 abr 2013

Precalentamiento 1

Un día el pueblo arequipeño se despertó con ganas de hacer una torre que se elevara sobre la ciudad y que llegara a la altura necesaria para conversar de tú a tú con el Misti. Una demostración de organización, cooperación, que se correspondiera con la grandeza del puueblo que la construyera.

Pero el Dios de la inversión vio con malos ojos esa torre, la cual desafiaba su autoridad y poderío. Como intervenir directamente con un bombazo no era una opción, decidió aplastarlos bajo una serie de plagas. Les cortó el financiamiento. Entabló juicios arreglados y compró a todo aquel que pudiera interferir. Dividió a las cabezas del proyecto con dudosas opiniones sobre la arquitectura. Infiltró demonios disfrazados de voluntarios que se encargaron de robar material para construir casuchas inmundas en invasiones avaladas por las repugnantes autoridades a las que también compró.

El proyecto se desaceleró, se suspendió varias veces y terminó por estancarse. El elefante blanco quedó allí. Por ser proyecto comunal no podía venderse, tampoco destruirse, y mucho menos concluirse. Cuarenta pisos que se convirtieron en un recordatorio: jamás desafíes a tu Dios, sucio mortal.