EL LIBRO DE JOB(ALTINO)

PARTE 1

Erase una vez un hombre llamado Jobaltino, rico tanto en el interior como en el exterior. Poseía una cadena de farmacias, otra de tragotecas, panaderías y restaurantes de comida rápida. En su cochera tenía varios vehículos, en su hangar tenía una avioneta privada, y un par de casas sin contar el chalet en la playa. A pesar de tener muchos tratos privados con las autoridades para mantener sus negocios sin necesidad de pagar tanto impuesto y cosas, no era una persona mala ("los malos son ellos, los de la SUNAT y las demás vainas a las que se les tiene que dar dinero que nos corresponde a los que lo generamos con tanto esfuerzo..."), era un hombre muy bondadoso y justo (le pagaba lo justo a sus empleados), fiel a su esposa -a pesar de las tentaciones- y un padre cariñoso. Además era un católico fervoroso, iba a misa todos los domingos y fiestas de guardar, se confesaba a menudo y en Octubre siempre cargaba el anda del Señor de los Milagros. Cada fin de semana iba a visitar a cada uno de sus hijos y a sus familias (el hombre tendría algo de 55 años, facil 57) y aunque a veces se peleaba con ellos, nunca duraba mucho y se reconciliaban rápidamente.

Dios lo miraba orgulloso y contento, hasta que un día lo fue a visitar el Demonio Encebollado.
D: ¿Has visto a mi siervo Jobaltino? No hay hombre mas bueno que ese, pueden haber otros más cucufatos pero éste es auténtico y no necesita hacer huevadas como torturarse fisicamente, privarse del sexo diario con su esposa a pesar de tener cinco hijos ya mayores, pagar impuestos o piratear música para poner en sus locales...
DE: Lo es solamente porque lo has bendecido. A ver si después de mandarlo a la quiebra sigues diciendo lo mismo...
D: Pues te doy permiso para que hagas lo que quieras con su entorno, pero a él no me lo toques...

El Demonio Encebollado no se hizo esperar. Primero puso en cada una de las instituciones cobra-impuestos a un incorruptible, que multó a todos y cada uno de sus negocios. Para pagar tremenda cuenta tuvo que liquidar algunos e hipotecar una de sus casas. De ahí mandó un huracán que se bajó su fábrica de alcachofas y varias tiendas suyas. Mandó una horda de ratas a sus restaurantes, los cuales fueron cerrados por el Departamento de Salubridad. Y para terminar mandó la recesión que ahora nos tiene cabezones, mandándolo a la quiebra, perdiendo sus casas, vehículos y mucho más.

Tras finalizar con sus bienes materiales, pasó a atacarlo desde otros puntos. Su hijo el mayor, el gordito, amaneció un dia muerto debido a un paro cardíaco fulminante. Su segunda hijo fue asesinado durante un asalto a un banco. El tercero -que trabajaba en conjunto con su padre- no pudo aguantar la crisis y tuvo un desequilibro mental tan grave que tuvo que ser internado en un sanatorio y seguir un tratamiento con electrochoques. La cuarta (la única mujer) fue asesinada por la amante de su marido a trescientos golpes con un router inalámbrico. Y finalmente el menor fue atacado y tiroteado por las marcas de Chiclayo.

El pobre Jobaltino, decepcionado de la vida, a pesar de todo, no insultó a Dios ni nada, a pesar de tener que trabajar en un lavado de autos, algo completamente distinto a su anterior vida de empresario próspero...

PARTE 2
Estaba Dios como siempre siendo Dios y apareció nuevamente el Diablo Enchilado. Dios se vio tentado a elevar la apuesta...
D: ¿Has visto a mi siervo el Jobaltino? Le jodiste la vida y aún así no me ha maldecido ni nada, sigue siendo tan fiel y temeroso de Mi como siempre lo ha sido...
DE: Todo lo cambia uno por su propia vida. Toca su cuerpo y verás cómo te maldice...
D: OK, puedes meterte con su cuerpo, pero no te lo bajes.

Entonces Jobaltino empezó a sentir la vejez por primera vez en su cuerpo. Primero sintió la pegada de los cálculos renales dolorosímos. Después, tras intentar intimar con su mujer, se dió cuenta que el huevo ya no le funcionaba, y ni un Viagra pudo hacer nada con su impotencia. Tras ello empezó a sentir toquidos a la puerta, llamadas que no eran reales y a hablar con personas imaginarias. Su estado mental se estaba deteriorando a pasos agigantados. Tuvieron que internarlo en el mismo sanatorio donde se encontraba todavía su tercer hijo. Y cuando parecía que la cosa no podía empeorar, le detectaron cáncer al seno (si, para quienes no sepan, parece que al varón también le puede dar cáncer al seno).

Lamentablemente el Diablo se pasó de la raya, y como tocó su estado mental, Jobaltino empezó a chancarse contra las paredes acolchadas de su habitación, insultando y lanzando anatemas de grueso calibre a Dios por haberlo amarrado a una camisa de fuerza, babeando de color púrpura y mordiendo a los enfermeros que iban a aplicarle tranquilizantes intravenosos.