Este es uno de esos momentos en los que decido dejar de buscar por mi cuenta y pedirles ayuda a ustedes, fieles lectores de esta humilde escalera.
¿De que trata?
Bueno, cuando yo era niño había una canción de Eurodance que me gustaba mucho aunque no la he vuelto a escuchar hace muchos muchos años (la última vez que la escuché fue en Santa Cruz, Bolivia en mi viaje de promo). Ya van casi tres años y todavía no la encuentro, no puedo acordarme ni siquiera de gran parte de la canción, solo de una parte en la que suena algo así como "tuuurururuuuutuururu tuuurururuuuutuururu" con un instrumento que parece una mezcla de flauta y sintetizadores de esos que usan en el Eurodance. La canción es tranqui nomás y es en inglés porque casi todas las canciones del género que he escuchado son en inglés, y supongo que casi cualquier persona entre los 22 y los 36 años la reconocerá con facilidad.
Como no los quiero dejar a la deriva y quiero que tengan pistas claras, les dejaré lo más cercano a esta canción (normalmente yo no pongo videos musicales acá porque para eso está Zopletes, pero ahora me tragaré mi costumbre y los pondré acá para que los escuchen y saquen algunas ideas aproximadas, y también para los que no saben que es el Eurodance se informen un poco que la música es divertida, también es conocida como "Techno" y su pico fue en los años 90s)
1) Esta canción la pongo porque tiene algún parecido, y porque originalmente creía que la canción era de Ace of Base, pero ya se que no. Este video (The Sign, de Ace of Base) tómenlo como referencia si es que les sirve (son libres de disfrutarlo porque la canción es chevere)
2) Esta canción es la que realmente se parece a la que busco (o al menos es la que más me recordó a esa canción). En un mismo día la escuché en la radio y mucho después vi el video casi a las 4 a.m. comiendo un megasanguche en El Tablón. Es de Dj BoBo y la canción se llama Everybody.
Y unas cosillas más:
-Ya posteé antes sobre esta canción escurridiza en este post, pero no di suficiente información, por lo que ahora espero que me ayuden. No importa si no es la canción que busco, cualquier pista es bienvenida (si es posible un enlace al video, se los agradezco de todo corazón)
-Las posibilidades de que la canción no sea de techno o Eurodance son del 3%. Las posibilidades de que la canción no sea de los 90's es del 2%. La posibilidad de que la cantante (o una de las voces -de haber varias-) sea mujer es del 86%.
-Y para que vean que no soy malagradecido, HABRÁ PREMIO para el que halle la canción correcta con datos y todo (estoy pensando qué podría ser, pero de que habrá premio, habrá premio. Podría ser un dominio o una cuenta en Rapidshare o, si quien halla la canción vive en Arequipa podría ganarse una caja de chelas cortesía mía...)
Ahora si, ayúdenme con ésto y prometo recompensar con lo justo.
29 sept 2009
21 sept 2009
¡¡¡Este blog no es spam!!!
Hace un rato entré para intentar postear algo (facil que salía algo) y... encontré esto:
Al comienzo pensé que habían "marcado el blog" (si entiendes, feliz. Si no, piña), pero investigando un poco me enteré que el robot de Blogger detectó que mi blog era uno de esos blogs de spam que proliferan (probablemente les hayan llegado comentarios de cuentas spam alguna vez)
Y bueno... ¿motivos para que marquen mi blog como spam?
1) El uso inautorizado del logo de Diners Club International tanto en el header como en el sidebar. Y si se preguntan por qué lo hago, es que, con el pasar de los años he visto ese logo en gran cantidad de negocios de todo tipo (sobre todo restaurantes), siempre bien pegado el sticker y acompañado de otros de Visa, MasterCard, American Express y que se yo.
2) Propaganda habitual (y no remunerada) a diversas empresas de todos lados. Entre las beneficiadas por la buena "publicidad" gratuita se encuentra El Tablón Food Center, Socosani, Pizza Hut (creo...), Ladrillera El Diamante (ah no, esa no xD), Canonical, los heladeros de barril y otras más que estarán por ahi. Claro que hay empresas que no merecen ese trato y por ese lado aprovecho para decirles que nunca se metan con los estafadores dueños de las academias de manejo Auto Club Racer y Dakar que están en la calle Andrés Martínez en Vallecito (si, por donde están todas las academias de manejo), una pena porque la gente que trabaja en la primera no son malas personas, pero los dueños si apestan.
3) El Adsense... no cuenta, porque es de la gente de Google, además solo hay un banner y recién voy en casi 62 dólares.
Así que bueno, saludos a todos y me voy a dormir antes de seguir con mi trabajo.

Y bueno... ¿motivos para que marquen mi blog como spam?
1) El uso inautorizado del logo de Diners Club International tanto en el header como en el sidebar. Y si se preguntan por qué lo hago, es que, con el pasar de los años he visto ese logo en gran cantidad de negocios de todo tipo (sobre todo restaurantes), siempre bien pegado el sticker y acompañado de otros de Visa, MasterCard, American Express y que se yo.
2) Propaganda habitual (y no remunerada) a diversas empresas de todos lados. Entre las beneficiadas por la buena "publicidad" gratuita se encuentra El Tablón Food Center, Socosani, Pizza Hut (creo...), Ladrillera El Diamante (ah no, esa no xD), Canonical, los heladeros de barril y otras más que estarán por ahi. Claro que hay empresas que no merecen ese trato y por ese lado aprovecho para decirles que nunca se metan con los estafadores dueños de las academias de manejo Auto Club Racer y Dakar que están en la calle Andrés Martínez en Vallecito (si, por donde están todas las academias de manejo), una pena porque la gente que trabaja en la primera no son malas personas, pero los dueños si apestan.
3) El Adsense... no cuenta, porque es de la gente de Google, además solo hay un banner y recién voy en casi 62 dólares.
Así que bueno, saludos a todos y me voy a dormir antes de seguir con mi trabajo.
18 sept 2009
Algo más de cuarenta horas
Advertencia: Este post es larguísimo, tiene demasiadas cosas que solo me interesan a mi, y es probable que les aburra. Si no lo leen no me molesto, si no lo comentan tampoco.
El día comenzó para mi a las ocho o nueve de la mañana. Desperté en el cuarto del hospedaje en el que me alojaba con mi familia en Mollendo, tras dormir solo unas tres horas. El día anterior habíamos llegado, lo cual representaba mi retorno al Puerto Bravo después de seis años. En mi interior me lamentaba por no haber podido tomarme un trago con mi hermana la noche anterior como lo planificamos, en parte por culpa del cansancio y en parte porque mis padres no querían que nos perdiéramos por ahi: ya nos conocen demasiado y también nuestra afición al licor. Me lamentaba también porque no había tenido oportunidad de caminar por la ciudad como a mi me gustaba, como lo hacía de más pequeño y casi siempre sin compañía. Como la primera playa estaba llena habíamos decidido ir a Catarindo, caleta cercana a la ciudad y que se caracteriza por tener el "tumbo" (la ola enorme que revienta atrás) casi en la orilla.
Despertamos, mis padres hacían el desayuno mientras yo me incorporaba, me lavaba y cambiaba de ropa. Para hacer algo de hora, salí a la calle y bajé un par de cuadras por la calle Deán Valdivia, y llegué más abajo de lo que llegaba de niño pero me dio escalofríos y regresé. Tomamos desayuno tranquilamente mientras mi hermana avisaba a mis padres que una amiga suya iba a alcanzarnos ya que venía por dos días. De ahí fuimos a recoger el Escarabajo a una cochera a cuatro cuadras. En el camino seguía pensando en que mi regreso no era tan placentero como creí que lo sería, aunque al menos había tenido la oportunidad de llevar el carro hasta La Punta de Bombón, distrito a cuarenta y cinco minutos en volkswagen manejado por mi.
Una vez en Catarindo, recordé que de niño una ola grande me había agarrado y arrastrado... dos veces. Tal vez por eso tenía algo de miedo a entrar al mar, pero cuando lo hice me di cuenta que el tiempo entrenando natación hace años había ayudado bastante, y tras pasar el "tumbo" ya no había problemas. Podría perfectamente haber nadado hasta el lugar donde la caleta pasa a ser mar abierto, donde había un barquito pescando alimañas marinas. Ese día si que aproveché el mar, aunque para entrar estaba algo frío.
Me dediqué a dormir buena parte del día, un poco porque no hay nada más rico que dormir en la playa, y también porque en Mollendo no se puede dormir de noche: hace demasiada calor y la bulla es extremadamente alta hasta para mi. Los negocios de trago en la noche ponen música que se escucha a siete cuadras a la redonda de manera estridente, y mi cama no era la excepción, más aún por dar la ventana y el pasadizo externo hacia la calle.
Al despertar, la amiga de mi hermana ya había llegado y se encontraban conversando. Vi la hora y ya era la 1 p.m. Decidí almorzar y de ahí leer el periódico como para hacer hora, para regresar al mar con mi hermana y mostrarle a todos que mientras uno esté más adentro se la pasa mejor. Como la vez en Camaná cuando un salvavidas dijo que el mar era super seguro y con toda la mancha con la que me juntaba nos metimos 500 metros mar adentro. Increible. Volví a salir y vi cómo la pequeña playa se había llenado, aunque no de manera desesperante como dicen que puede ser en la Primera Playa (no puedo decir nada de esto ya que no fui a la misma, mis conocimientos no han sido actualizados desde el año 2003) y como también en La Punta, Camaná (por lo que tengo entendido, MENTIRA!). Y darme cuenta que el viaje hasta ahora no iba nada mal. Ok, no había podido perderme en la noche de jueves, y había notado que, como siempre, estaba fuera de lugar, pero había conocido Matarani de manera más cercana (incluyendo el puerto que siempre me dio curiosidad extrema), lugares más allá del aeropuerto (como Mejía, La Curva -y si, comí los deliciosos alfajores comprados en fábrica-, El Arenal, un lugar que creo que es Cocachacra y finalmente La Punta de Bombón), vi la puesta de sol en Mejía, y sentir otra vez la brisa marina con ese toque que lo diferencia de cualquier otro lugar con mar... bueno, tampoco es que conozca muchos.
Cerca de las 4:30 decidí que era hora del último baño de mar. Entré decidido, porque es la mejor manera de entrar y pasar sin ser golpeado por las olas grandes de la orilla. Confiado, me puse a flotar de espaldas, hasta que vi que una sucesión de olones venían hacia mi. ¿Qué hacer?, pues lo primero es pasar por debajo de la ola. Hecho... ahora viene la segunda. Repetí el procedimiento pero pasando mis pies primero... y tras sentir que la ola justo iba a reventar, mis piernas empezaron a ser levantadas, luego el resto de mi cuerpo. Me dí una vuelta atrás junto con la ola de dos metros y medio reventando con furia y dolor. Sentí mi cabeza golpearse directamente con la dura arena del fondo y casi noqueándome, luego la parte izquierda de mi cuerpo, raspándome los brazos con pequeñas piedras que hay allí, y finalmente sentí que todo se me iba hacia ese lado. Veinte segundos después, golpeado, lleno de arena y a punto de desmayarme por el golpe de cabeza, salí del mar casi sin noción de donde estaba, agachado y adolorido. Mi familia me alcanzó y me dijeron que me vieron salir volando por el efecto de la ola. Regresé a enjuagarme la arena, pero solo en la orilla. Estuve todo el camino de retorno a Mollendo tratando de asimilar completamente el golpe y sintiendo mi cuerpo desviado.
De regreso al hospedaje, me bañé como pude. El lugar siempre me había gustado, aunque me costaba recordarlo cuando estaba lejos. Paredes blancas, pasadizos angostos pero bien iluminados por la buena ubicación de los patios. La gente saliendo y entrando a cada rato, todos después de un día en la playa. Para hacer hora mientras mis viejos se bañaban, me puse a hablar con mi hermana y su amiga, quien se iba a alojar donde nosotros. Cada cierto rato enviaba y recibía mensajes de texto de unos amigos, con quienes ibamos a ir a Camaná los siguientes cuatro días, aunque para esta hora ya me habían cancelado salvo uno con el que nos ibamos a encontrar a 48 kilómetros de Arequipa para de ahí ir a Camaná en la camioneta de su primo, y otro que ya estaba allí.
Media hora después, fui al terminal terrestre con mi hermana y su amiga (ella tenía que comprar su boleto de regreso para el domingo temprano porque tenía que trabajar). Desde la combi que tomamos para ir hasta las afueras de la ciudad pude admirar un poco más el lugar que ha estado en más de la mitad de mis sueños desde la última vez que la había visitado (tendencia que dura hasta hoy). Y todavía no había tenido oportunidad de recorrerla a mi antojo. De niño era más fácil, siempre llevaba mi bicicleta y, antes de ir a dar vueltas a la Plaza Grau podía ir y pasar por otros lugares como la avenida Alfonso Ugarte y la calle Iquitos con su subida impresionante para mi edad.
En la noche fuimos a cenar todos a una pollería en la Comercio, muy bueno el pollo a la brasa con todo lo que vino, acompañado con una Coca Cola (o era Inca Kola?) para de ahí ir a la Plaza Grau. Mientras mis padres se pusieron a hablar con un pata local que estaba con su enamorada, yo miraba hacia todos lados. Manchas de chibolos de 15 años como máximo jugando carnavales como cuando yo era más joven. Claro que casi todo el tiempo yo andaba solo. Mi hermana tenía su grupo de amigos y por ahi su amor de verano mientras yo andaba a la deriva, salvo cuando me encontraba con un amigo del colegio o cuando mis primos iban, dias en los que la cosa se ponía más divertida. Recordé mi primera cerveza a los 12 años en esa misma plaza, como siempre en soledad, fue un cuarto de lata de Quilmes junto con un cuarto más, aprovechando que mis padres me habían mandado a comprarles. Los helados de la Venecia, el carrito del Chipe, el lugar donde habían videojuegos (y que en algún momento de esos 6 años desapareció), los cuentos de Jose Alvear Corimanya que vendían en el malecón y la música que llevaba en mi fiel mp3 player y que buscaba traer de nuevo a mi mente épocas de mucho antes, del 95 o 96.
Para esa hora ya se notaba que mis padres tomarían la misma posición de la noche anterior, siguiéndonos a todos lados y no dejarnos a nuestra libertad para probar algo de alcohol por ahí. Momento aburrido pero a la vez novedoso. Era viernes en la noche pero no me parecía que hubiera gran cantidad de personas por las calles. Lo que si vi fueron marineros de esos que cuando el barco llega a la ciudad las mujeres salen y los hombre solos bajan a los bares y esa noche todo vale. Fuimos al museo del ferrocarril, donde habían fotografías y bienes de otras épocas, cuando Mollendo era el puerto y donde de seguro viví una vida pasada (algún día postearé por qué). Pasamos por la via de la playa, donde había gente en los bares al frente del mar. De ahí al muelle, lugar que ya había visto en la noche anterior pero que me seguía impresionando. Lamento no tener fotos propias porque todavía no tengo cámara.
Lo impresionante de la noche era que ni mi hermana ni su amiga ni yo encontrabamos gente conocida con la cual perdernos por ahi (salvo un pata que estuvo en mi colegio y que era "el rechazado", motivo suficiente para saludarlo y de ahí dejarlo seguir su camino). Mis padres ya estaban cansados, así que decidimos acompañarlos al hospedaje para que nos dieran las llaves y pudieramos regresar más tarde. Nos dio ganas de quedarnos y dormir como hicimos la noche anterior pero esta vez no lo permití. Justo en ese momento me llegó un SMS del amigo que me iba a encontrar en el kilómetro 48, quien también me cancelaba, con lo que me quedaba sin saber que hacer al día siguiente una vez que llegara la hora de irme a Camaná.
Salimos los tres de nuevo con rumbo hacia la plaza, todavía sin idea de que hacer. Tampoco contabamos con mucho dinero que digamos, así que tampoco ibamos a meternos la megatranca. Con las justas compramos un sixpack de cervezas pequeñas, ya que para más no daba el dinero en una bodega en la calle Comercio -que para ese rato me daba la impresión de ser una mini San Francisco por sus locales y por el ambiente en la calle-, mientras yo compraba unos cigarrillos (cosa extraña, yo no suelo fumar). Finalmente, no se cual de las dos se encontró con dos amigas del colegio con las que nos juntamos y nos pusimos a tomar. Ambas, hermanas muy simpáticas y aparentemente en la misma situación que nosotros. Tal vez por su situación igual a la nuestra, algo desesperada por encontrar caras conocidas, empezamos a conversar de manera amena. Sobre todo una de ellas, la mayor, muy amena y con una visión de la vida que muchos no aprobarían. Y no, no intenté nada porque yo no sirvo para esas cosas salvo que la cantidad de alcohol ingerida sea suficiente y sus efectos vayan de una manera precisa. Tras dos horas divertidas y con voces ajenas, cada quien se fue a su hueco.
En las dos horas y media que no pude dormir gracias a la bulla, la calor y el nerviosismo por tener que irme a Camaná al día siguiente sin tener idea qué hacer. Verán, mi plan era ir desde Mollendo hasta la repartición (el popular Kilómetro 48 que está a 48 kilómetros de Arequipa) y de ahí tomar el primer carro que fuera a Camaná y que atracara llevarme... lo que sería algo dificil por Tolerancia Cero y esas cosas. No terminaba de tranquilizarme en mis pensamientos cuando mi alarma sonaba y yo tenía que partir. Agarré mis cosas, salí y tomé un taxi hasta el terminal terrestre. Me embarqué y subí al ómnibus de la empresa Santa Úrsula que partió a las 5:00, mientras veía que otro ómnibus de otra empresa esperaba a que los pasajeros abordaran para ir a Ilo.
Conforme el vehículo se alejaba de Mollendo sentí pesar por no haber podido recorrer la ciudad como yo hubiera querido, sentía que iba a Camaná por gusto ya que solo tenía un amigo ahí y ni siquiera sabía donde me iba a alojar. Para colmo, mi hermana me había fregado los audífonos, que sonaban de manera pésima, por lo que intenté dormir pero no pude. Casi concilié el sueño cuando justo empezaron a decir "Kilometro 48!!!!". Confundido me paré y avancé, bajé del vehículo y me vi a mi mismo en medio de la nada... bueno, no de la nada, el kilómetro 48 es un pueblito de carretera.
Crucé la pista y vi que se acercaba un ómnibus de una empresa que no logré identificar hasta mucho después, que empezó a gritar "¡A Camanáaaa!" repetidamente. Sin dudarlo estiré mi brazo para que se detuviera. Cuando estuvo a mi altura, el ayudante sacó su cabeza por la ventana y me preguntó:
-¿A Camaná?
-¿A cuanto?
-15 lucas.
-Ok!
Subí al vehículo y me dijeron que me sentara en una silla en la misma cabina. Me indicaron claramente "cualquier cosa que te pregunten, eres el hijo del dueño" y emprendimos camino a Camaná. Ahora si, mi ánimo estaba rebosante y feliz, no había estado en el 48 ni quince segundos y ya estaba en otro omnibus interprovincial. Definitivamente la suerte estaba de mi lado. Desde luego, no pude dormir en la cabina ya que no tenía donde apoyarme. En total fueron 4 horas y media desde Mollendo hasta Camaná.
Una vez que llegué, empecé a llamar a mi amigo en el lugar, quien me tenía que alcanzar para llevarme por el momento a la casa de la amiga donde estaba alojado. No tardó mucho en encontrarme, y me confirmó que ninguno de los demás iba a ir, pero que el estaba con una mancha de amigos de su carrera, de los cuales yo conozco algunos. Una vez en ese lugar, pude tomar desayuno y a la 1 p.m. fuimos a la playa (que, a diferencia de Mollendo, está lejos y para ir es obligatorio tomar combi o taxi o colectivo). En la playa fue una cosa totalmente distinta, ya que dos cajas de cerveza con gente divertida puede ponerlo a uno de genial humor, además el mar estaba delicioso sin importar que estuviera algo movido.
Ya a las 6 p.m. regresamos a la casa donde me invitaron almuerzo a pesar que ni sabían quien era yo, y accedieron a que durmiera allí esa noche, con lo que me tranquilicé. Nos bañamos y preparamos para salir a juerguear toda la noche. Las chicas del lugar, conscientes del comportamiento de sus padres, decidieron doparlos con un potente somnífero disfrazado en una taza de té para que no se dieran cuenta de lo tarde (o temprano) que pretendíamos llegar. Fue recién a las 9, en medio de la plaza de la ciudad llena de gente y con un Powerade en la mano cortesía de un amigo de un amigo que me di cuenta que llevaba 31 horas sin dormir. Bueno... todavía no la siento, mejor sigo dándole.
Dos horas después, ya en La Punta, alrededor de una caja de cerveza en la previa antes de entrar a bailar fue que llegó el detalle que hizo que la noche se fuera al tacho. El hermano de mi amigo, de tan solo 3 años, se había perdido entre la multitud, por lo que tuvimos que ir a buscarlo por toda la zona. Momento angustiante y complicado, que se puso peor cuando pasó una hora y no aparecía. Fue todavía después cuando un grupo de chicos despistados lo encontraron, y fue allí (a cuatro cuadras del lugar donde se encontraban sus padres originalmente) donde lo ubicamos finalmente. Cuando regresamos, ya todos los demás estaban entonados divirtiéndose por allí. Fue en ese preciso momento cuando sentí la pegada... 36 horas seguidas sin dormir, demasiado para mi. Gracias a Dios que no tomé casi nada? Ni idea, al menos el año pasado en el que me perdí borracho en una panadería me había divertido más.
Un rato después éramos como diez personas en la playa, tomando otra caja más. Pero el ambiente ya era otro. Habían personas ebrias por todos lados, y todos sentíamos el cansancio. Intentamos entrar de nuevo a la disco a bailar pero yo sentía que ya no jalaba. Eran las 4 y decidimos salir a terminar con las cervezas que quedaban. No se en que momento me di cuenta que la gente que me iba a alojar (mi amigo incluido) se habían ido. Lo llamé desesperadamente y me dijo "nooooo ya me fui, anda contacta a ________ quien te va a alojar, debe seguir adentro". Maldiciendolo en mi mente, lo busqué. Tuve la suerte de que fuera el mismo que me invitó el Powerade horas antes, ya que accedió a alojarme en su cuarto de hotel (suena raro pero no pasó nada ojo, ambos somos bien hombrecitos). No recuerdo mucho ya que fisicamente yo me sentía hasta el queque, ya llevaba 40 horas sin dormir y no podía más. Finalmente, tras tomar el taxi respectivo, llegamos a su hotel a las 5:30, ya se veían los primeros rayos de sol saliendo tras los cerros. No desperté hasta las 2 y media de la tarde, casi a la fuerza.
Epílogo: Después me enteré que, a pesar de lo desamparante que puede sentirse que te dejen botado en la playa de madrugada sin lugar en donde pasar el resto de la noche, no estuvo tan malo. Al parecer el somnífero no funcionó y las chicas con todos sus invitados recibieron un café megacargado al llegar, y al día siguiente los hicieron trabajar a todos haciendo inventario en el almacén de la tienda de repuestos mecánicos de la familia. Yo, por mi lado, fui a reirme de ellos y a que me invitaran desayuno. Les contaría lo que pasó los siguientes días pero mejor no. Ahhh y a pesar de todo, hacer el viaje a Camaná valió la pena porque en Mollendo solo me esperaba soledad y desamparo xDDD.
El día comenzó para mi a las ocho o nueve de la mañana. Desperté en el cuarto del hospedaje en el que me alojaba con mi familia en Mollendo, tras dormir solo unas tres horas. El día anterior habíamos llegado, lo cual representaba mi retorno al Puerto Bravo después de seis años. En mi interior me lamentaba por no haber podido tomarme un trago con mi hermana la noche anterior como lo planificamos, en parte por culpa del cansancio y en parte porque mis padres no querían que nos perdiéramos por ahi: ya nos conocen demasiado y también nuestra afición al licor. Me lamentaba también porque no había tenido oportunidad de caminar por la ciudad como a mi me gustaba, como lo hacía de más pequeño y casi siempre sin compañía. Como la primera playa estaba llena habíamos decidido ir a Catarindo, caleta cercana a la ciudad y que se caracteriza por tener el "tumbo" (la ola enorme que revienta atrás) casi en la orilla.
Despertamos, mis padres hacían el desayuno mientras yo me incorporaba, me lavaba y cambiaba de ropa. Para hacer algo de hora, salí a la calle y bajé un par de cuadras por la calle Deán Valdivia, y llegué más abajo de lo que llegaba de niño pero me dio escalofríos y regresé. Tomamos desayuno tranquilamente mientras mi hermana avisaba a mis padres que una amiga suya iba a alcanzarnos ya que venía por dos días. De ahí fuimos a recoger el Escarabajo a una cochera a cuatro cuadras. En el camino seguía pensando en que mi regreso no era tan placentero como creí que lo sería, aunque al menos había tenido la oportunidad de llevar el carro hasta La Punta de Bombón, distrito a cuarenta y cinco minutos en volkswagen manejado por mi.
Una vez en Catarindo, recordé que de niño una ola grande me había agarrado y arrastrado... dos veces. Tal vez por eso tenía algo de miedo a entrar al mar, pero cuando lo hice me di cuenta que el tiempo entrenando natación hace años había ayudado bastante, y tras pasar el "tumbo" ya no había problemas. Podría perfectamente haber nadado hasta el lugar donde la caleta pasa a ser mar abierto, donde había un barquito pescando alimañas marinas. Ese día si que aproveché el mar, aunque para entrar estaba algo frío.
Me dediqué a dormir buena parte del día, un poco porque no hay nada más rico que dormir en la playa, y también porque en Mollendo no se puede dormir de noche: hace demasiada calor y la bulla es extremadamente alta hasta para mi. Los negocios de trago en la noche ponen música que se escucha a siete cuadras a la redonda de manera estridente, y mi cama no era la excepción, más aún por dar la ventana y el pasadizo externo hacia la calle.
Al despertar, la amiga de mi hermana ya había llegado y se encontraban conversando. Vi la hora y ya era la 1 p.m. Decidí almorzar y de ahí leer el periódico como para hacer hora, para regresar al mar con mi hermana y mostrarle a todos que mientras uno esté más adentro se la pasa mejor. Como la vez en Camaná cuando un salvavidas dijo que el mar era super seguro y con toda la mancha con la que me juntaba nos metimos 500 metros mar adentro. Increible. Volví a salir y vi cómo la pequeña playa se había llenado, aunque no de manera desesperante como dicen que puede ser en la Primera Playa (no puedo decir nada de esto ya que no fui a la misma, mis conocimientos no han sido actualizados desde el año 2003) y como también en La Punta, Camaná (por lo que tengo entendido, MENTIRA!). Y darme cuenta que el viaje hasta ahora no iba nada mal. Ok, no había podido perderme en la noche de jueves, y había notado que, como siempre, estaba fuera de lugar, pero había conocido Matarani de manera más cercana (incluyendo el puerto que siempre me dio curiosidad extrema), lugares más allá del aeropuerto (como Mejía, La Curva -y si, comí los deliciosos alfajores comprados en fábrica-, El Arenal, un lugar que creo que es Cocachacra y finalmente La Punta de Bombón), vi la puesta de sol en Mejía, y sentir otra vez la brisa marina con ese toque que lo diferencia de cualquier otro lugar con mar... bueno, tampoco es que conozca muchos.
Cerca de las 4:30 decidí que era hora del último baño de mar. Entré decidido, porque es la mejor manera de entrar y pasar sin ser golpeado por las olas grandes de la orilla. Confiado, me puse a flotar de espaldas, hasta que vi que una sucesión de olones venían hacia mi. ¿Qué hacer?, pues lo primero es pasar por debajo de la ola. Hecho... ahora viene la segunda. Repetí el procedimiento pero pasando mis pies primero... y tras sentir que la ola justo iba a reventar, mis piernas empezaron a ser levantadas, luego el resto de mi cuerpo. Me dí una vuelta atrás junto con la ola de dos metros y medio reventando con furia y dolor. Sentí mi cabeza golpearse directamente con la dura arena del fondo y casi noqueándome, luego la parte izquierda de mi cuerpo, raspándome los brazos con pequeñas piedras que hay allí, y finalmente sentí que todo se me iba hacia ese lado. Veinte segundos después, golpeado, lleno de arena y a punto de desmayarme por el golpe de cabeza, salí del mar casi sin noción de donde estaba, agachado y adolorido. Mi familia me alcanzó y me dijeron que me vieron salir volando por el efecto de la ola. Regresé a enjuagarme la arena, pero solo en la orilla. Estuve todo el camino de retorno a Mollendo tratando de asimilar completamente el golpe y sintiendo mi cuerpo desviado.
De regreso al hospedaje, me bañé como pude. El lugar siempre me había gustado, aunque me costaba recordarlo cuando estaba lejos. Paredes blancas, pasadizos angostos pero bien iluminados por la buena ubicación de los patios. La gente saliendo y entrando a cada rato, todos después de un día en la playa. Para hacer hora mientras mis viejos se bañaban, me puse a hablar con mi hermana y su amiga, quien se iba a alojar donde nosotros. Cada cierto rato enviaba y recibía mensajes de texto de unos amigos, con quienes ibamos a ir a Camaná los siguientes cuatro días, aunque para esta hora ya me habían cancelado salvo uno con el que nos ibamos a encontrar a 48 kilómetros de Arequipa para de ahí ir a Camaná en la camioneta de su primo, y otro que ya estaba allí.
Media hora después, fui al terminal terrestre con mi hermana y su amiga (ella tenía que comprar su boleto de regreso para el domingo temprano porque tenía que trabajar). Desde la combi que tomamos para ir hasta las afueras de la ciudad pude admirar un poco más el lugar que ha estado en más de la mitad de mis sueños desde la última vez que la había visitado (tendencia que dura hasta hoy). Y todavía no había tenido oportunidad de recorrerla a mi antojo. De niño era más fácil, siempre llevaba mi bicicleta y, antes de ir a dar vueltas a la Plaza Grau podía ir y pasar por otros lugares como la avenida Alfonso Ugarte y la calle Iquitos con su subida impresionante para mi edad.
En la noche fuimos a cenar todos a una pollería en la Comercio, muy bueno el pollo a la brasa con todo lo que vino, acompañado con una Coca Cola (o era Inca Kola?) para de ahí ir a la Plaza Grau. Mientras mis padres se pusieron a hablar con un pata local que estaba con su enamorada, yo miraba hacia todos lados. Manchas de chibolos de 15 años como máximo jugando carnavales como cuando yo era más joven. Claro que casi todo el tiempo yo andaba solo. Mi hermana tenía su grupo de amigos y por ahi su amor de verano mientras yo andaba a la deriva, salvo cuando me encontraba con un amigo del colegio o cuando mis primos iban, dias en los que la cosa se ponía más divertida. Recordé mi primera cerveza a los 12 años en esa misma plaza, como siempre en soledad, fue un cuarto de lata de Quilmes junto con un cuarto más, aprovechando que mis padres me habían mandado a comprarles. Los helados de la Venecia, el carrito del Chipe, el lugar donde habían videojuegos (y que en algún momento de esos 6 años desapareció), los cuentos de Jose Alvear Corimanya que vendían en el malecón y la música que llevaba en mi fiel mp3 player y que buscaba traer de nuevo a mi mente épocas de mucho antes, del 95 o 96.
Para esa hora ya se notaba que mis padres tomarían la misma posición de la noche anterior, siguiéndonos a todos lados y no dejarnos a nuestra libertad para probar algo de alcohol por ahí. Momento aburrido pero a la vez novedoso. Era viernes en la noche pero no me parecía que hubiera gran cantidad de personas por las calles. Lo que si vi fueron marineros de esos que cuando el barco llega a la ciudad las mujeres salen y los hombre solos bajan a los bares y esa noche todo vale. Fuimos al museo del ferrocarril, donde habían fotografías y bienes de otras épocas, cuando Mollendo era el puerto y donde de seguro viví una vida pasada (algún día postearé por qué). Pasamos por la via de la playa, donde había gente en los bares al frente del mar. De ahí al muelle, lugar que ya había visto en la noche anterior pero que me seguía impresionando. Lamento no tener fotos propias porque todavía no tengo cámara.
Lo impresionante de la noche era que ni mi hermana ni su amiga ni yo encontrabamos gente conocida con la cual perdernos por ahi (salvo un pata que estuvo en mi colegio y que era "el rechazado", motivo suficiente para saludarlo y de ahí dejarlo seguir su camino). Mis padres ya estaban cansados, así que decidimos acompañarlos al hospedaje para que nos dieran las llaves y pudieramos regresar más tarde. Nos dio ganas de quedarnos y dormir como hicimos la noche anterior pero esta vez no lo permití. Justo en ese momento me llegó un SMS del amigo que me iba a encontrar en el kilómetro 48, quien también me cancelaba, con lo que me quedaba sin saber que hacer al día siguiente una vez que llegara la hora de irme a Camaná.
Salimos los tres de nuevo con rumbo hacia la plaza, todavía sin idea de que hacer. Tampoco contabamos con mucho dinero que digamos, así que tampoco ibamos a meternos la megatranca. Con las justas compramos un sixpack de cervezas pequeñas, ya que para más no daba el dinero en una bodega en la calle Comercio -que para ese rato me daba la impresión de ser una mini San Francisco por sus locales y por el ambiente en la calle-, mientras yo compraba unos cigarrillos (cosa extraña, yo no suelo fumar). Finalmente, no se cual de las dos se encontró con dos amigas del colegio con las que nos juntamos y nos pusimos a tomar. Ambas, hermanas muy simpáticas y aparentemente en la misma situación que nosotros. Tal vez por su situación igual a la nuestra, algo desesperada por encontrar caras conocidas, empezamos a conversar de manera amena. Sobre todo una de ellas, la mayor, muy amena y con una visión de la vida que muchos no aprobarían. Y no, no intenté nada porque yo no sirvo para esas cosas salvo que la cantidad de alcohol ingerida sea suficiente y sus efectos vayan de una manera precisa. Tras dos horas divertidas y con voces ajenas, cada quien se fue a su hueco.
En las dos horas y media que no pude dormir gracias a la bulla, la calor y el nerviosismo por tener que irme a Camaná al día siguiente sin tener idea qué hacer. Verán, mi plan era ir desde Mollendo hasta la repartición (el popular Kilómetro 48 que está a 48 kilómetros de Arequipa) y de ahí tomar el primer carro que fuera a Camaná y que atracara llevarme... lo que sería algo dificil por Tolerancia Cero y esas cosas. No terminaba de tranquilizarme en mis pensamientos cuando mi alarma sonaba y yo tenía que partir. Agarré mis cosas, salí y tomé un taxi hasta el terminal terrestre. Me embarqué y subí al ómnibus de la empresa Santa Úrsula que partió a las 5:00, mientras veía que otro ómnibus de otra empresa esperaba a que los pasajeros abordaran para ir a Ilo.
Conforme el vehículo se alejaba de Mollendo sentí pesar por no haber podido recorrer la ciudad como yo hubiera querido, sentía que iba a Camaná por gusto ya que solo tenía un amigo ahí y ni siquiera sabía donde me iba a alojar. Para colmo, mi hermana me había fregado los audífonos, que sonaban de manera pésima, por lo que intenté dormir pero no pude. Casi concilié el sueño cuando justo empezaron a decir "Kilometro 48!!!!". Confundido me paré y avancé, bajé del vehículo y me vi a mi mismo en medio de la nada... bueno, no de la nada, el kilómetro 48 es un pueblito de carretera.
Crucé la pista y vi que se acercaba un ómnibus de una empresa que no logré identificar hasta mucho después, que empezó a gritar "¡A Camanáaaa!" repetidamente. Sin dudarlo estiré mi brazo para que se detuviera. Cuando estuvo a mi altura, el ayudante sacó su cabeza por la ventana y me preguntó:
-¿A Camaná?
-¿A cuanto?
-15 lucas.
-Ok!
Subí al vehículo y me dijeron que me sentara en una silla en la misma cabina. Me indicaron claramente "cualquier cosa que te pregunten, eres el hijo del dueño" y emprendimos camino a Camaná. Ahora si, mi ánimo estaba rebosante y feliz, no había estado en el 48 ni quince segundos y ya estaba en otro omnibus interprovincial. Definitivamente la suerte estaba de mi lado. Desde luego, no pude dormir en la cabina ya que no tenía donde apoyarme. En total fueron 4 horas y media desde Mollendo hasta Camaná.
Una vez que llegué, empecé a llamar a mi amigo en el lugar, quien me tenía que alcanzar para llevarme por el momento a la casa de la amiga donde estaba alojado. No tardó mucho en encontrarme, y me confirmó que ninguno de los demás iba a ir, pero que el estaba con una mancha de amigos de su carrera, de los cuales yo conozco algunos. Una vez en ese lugar, pude tomar desayuno y a la 1 p.m. fuimos a la playa (que, a diferencia de Mollendo, está lejos y para ir es obligatorio tomar combi o taxi o colectivo). En la playa fue una cosa totalmente distinta, ya que dos cajas de cerveza con gente divertida puede ponerlo a uno de genial humor, además el mar estaba delicioso sin importar que estuviera algo movido.
Ya a las 6 p.m. regresamos a la casa donde me invitaron almuerzo a pesar que ni sabían quien era yo, y accedieron a que durmiera allí esa noche, con lo que me tranquilicé. Nos bañamos y preparamos para salir a juerguear toda la noche. Las chicas del lugar, conscientes del comportamiento de sus padres, decidieron doparlos con un potente somnífero disfrazado en una taza de té para que no se dieran cuenta de lo tarde (o temprano) que pretendíamos llegar. Fue recién a las 9, en medio de la plaza de la ciudad llena de gente y con un Powerade en la mano cortesía de un amigo de un amigo que me di cuenta que llevaba 31 horas sin dormir. Bueno... todavía no la siento, mejor sigo dándole.
Dos horas después, ya en La Punta, alrededor de una caja de cerveza en la previa antes de entrar a bailar fue que llegó el detalle que hizo que la noche se fuera al tacho. El hermano de mi amigo, de tan solo 3 años, se había perdido entre la multitud, por lo que tuvimos que ir a buscarlo por toda la zona. Momento angustiante y complicado, que se puso peor cuando pasó una hora y no aparecía. Fue todavía después cuando un grupo de chicos despistados lo encontraron, y fue allí (a cuatro cuadras del lugar donde se encontraban sus padres originalmente) donde lo ubicamos finalmente. Cuando regresamos, ya todos los demás estaban entonados divirtiéndose por allí. Fue en ese preciso momento cuando sentí la pegada... 36 horas seguidas sin dormir, demasiado para mi. Gracias a Dios que no tomé casi nada? Ni idea, al menos el año pasado en el que me perdí borracho en una panadería me había divertido más.
Un rato después éramos como diez personas en la playa, tomando otra caja más. Pero el ambiente ya era otro. Habían personas ebrias por todos lados, y todos sentíamos el cansancio. Intentamos entrar de nuevo a la disco a bailar pero yo sentía que ya no jalaba. Eran las 4 y decidimos salir a terminar con las cervezas que quedaban. No se en que momento me di cuenta que la gente que me iba a alojar (mi amigo incluido) se habían ido. Lo llamé desesperadamente y me dijo "nooooo ya me fui, anda contacta a ________ quien te va a alojar, debe seguir adentro". Maldiciendolo en mi mente, lo busqué. Tuve la suerte de que fuera el mismo que me invitó el Powerade horas antes, ya que accedió a alojarme en su cuarto de hotel (suena raro pero no pasó nada ojo, ambos somos bien hombrecitos). No recuerdo mucho ya que fisicamente yo me sentía hasta el queque, ya llevaba 40 horas sin dormir y no podía más. Finalmente, tras tomar el taxi respectivo, llegamos a su hotel a las 5:30, ya se veían los primeros rayos de sol saliendo tras los cerros. No desperté hasta las 2 y media de la tarde, casi a la fuerza.
Epílogo: Después me enteré que, a pesar de lo desamparante que puede sentirse que te dejen botado en la playa de madrugada sin lugar en donde pasar el resto de la noche, no estuvo tan malo. Al parecer el somnífero no funcionó y las chicas con todos sus invitados recibieron un café megacargado al llegar, y al día siguiente los hicieron trabajar a todos haciendo inventario en el almacén de la tienda de repuestos mecánicos de la familia. Yo, por mi lado, fui a reirme de ellos y a que me invitaran desayuno. Les contaría lo que pasó los siguientes días pero mejor no. Ahhh y a pesar de todo, hacer el viaje a Camaná valió la pena porque en Mollendo solo me esperaba soledad y desamparo xDDD.
5 sept 2009
Ceda el asiento
Era una tarde cansada de miercoles, la gente ocupaba todos los asientos de una custer de transporte público. En eso sube un sujeto de rasgos delicados, mira a todos lados y lanza un grito:
Los pasajeros (casi todos hombres) abandonan su letargo, miran al hombrecillo y tras un par de largos segundos de silencio, rompen en carcajadas estridentes. El sujeto que estaba más cerca a la puerta lo mira y le dice:
-Oe compare, yo no le doy el asiento a nadie, mucho menos a un rosquete con pinta de maricón.
-¡¡¡¡¡Sepa usted que YO SOY UNA MUJER FUNCIONALMENTE HABLANDO!!!!! (acá todo el vehículo se queda en silencio nuevamente, todos asombrados por lo inesperado de la declaración)
-¡Ay chucha!... bueno... ahhhhhh... entonces... ¡pues que pena! Si quiere ser hombre aprenda a aguantárselas como macho. ¡Y no me toque!
La gente volvió a reirse y la pobre ex-mujer (nadie se percató ni quiso comprobar si realmente era mujer, o si la transformación era completa) tuvo que agarrarse del pasamanos el resto del trayecto.
¡¿ES QUE YA NO HAY CABALLEROS EN ESTA CIUDAD?!
Los pasajeros (casi todos hombres) abandonan su letargo, miran al hombrecillo y tras un par de largos segundos de silencio, rompen en carcajadas estridentes. El sujeto que estaba más cerca a la puerta lo mira y le dice:
-Oe compare, yo no le doy el asiento a nadie, mucho menos a un rosquete con pinta de maricón.
-¡¡¡¡¡Sepa usted que YO SOY UNA MUJER FUNCIONALMENTE HABLANDO!!!!! (acá todo el vehículo se queda en silencio nuevamente, todos asombrados por lo inesperado de la declaración)
-¡Ay chucha!... bueno... ahhhhhh... entonces... ¡pues que pena! Si quiere ser hombre aprenda a aguantárselas como macho. ¡Y no me toque!
La gente volvió a reirse y la pobre ex-mujer (nadie se percató ni quiso comprobar si realmente era mujer, o si la transformación era completa) tuvo que agarrarse del pasamanos el resto del trayecto.
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